NAUCALPAN.- Andrés López López nació en un tren, porque su papá era trabajador de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM). Ahí se crió, aprendió el oficio de los rieles, se enamoró y formó una familia. Durante más de 47 años laboró en la paraestatal. Un vagón sigue siendo su casa, pero antes viajaba por todo el país; era un “ambulante”, iba a donde había trabajo. Le gustaba esa vida, que terminó cuando la paraestatal fue privatizada.
Conocidos como “los vagoneros”, un total de 20 familias de jubilados de FNM viven desde hace 20 años en la zona federal de las vías del tren que pasan por Naucalpan.
Ocupan los mismos vagones de madera en los que recorrieron el país, como parte de las cuadrillas de ferrocarrileros.
Sentado a la entrada del vagón que es su hogar, don Andrés pierde su mirada en las vías, como si éstas, ahora inútiles estructuras metálicas, por donde ya no corre ningún tren, le regresaran la juventud.
Cuenta que él era “mayordomo”, tenía a su cargo 24 trabajadores y a su lado construyeron miles de kilómetros de vía. “Llevo 70 años viviendo en el tren. Fue una vida de mucho trabajo. Estábamos unos meses en un lugar y cuando nos teníamos que ir, enganchábamos al tren los carros donde vivíamos y vámonos, a seguirle”.
Entre estos vagones está la primaria Adolfo López Mateos, que en la actualidad es la única de todo el país abierta para los hijos de los trabajadores de FNM, la cual ha ocupado primeros lugares en la prueba ENLACE, aplicada por la SEP.
Durante más de 40 años, el director Jaime Mayolo Contreras fue el único maestro, desde primero hasta quinto, que era el último grado que tenían. Ahora trabajan con él dos maestras, para atender a 49 niños y ya imparten sexto.
En un espacio de 12 metros de largo por tres de ancho, Mayolo ha pasado la mayor parte de su vida dando clases. El vagón en el que vive también tiene esas dimensiones, pero ha hecho algunas ampliaciones.
Cuando eran “ambulantes”, había más de 100 familias. Pero ya ubicados en Naucalpan, muchos se fueron.
“Antes, un vagón era dividido a la mitad. Lo ocupaban dos familias. Ahora, tenemos uno completo por familia”, comentó Elizabeth Cordero. “Yo no cambiaría mi vida por la de otro. Aquí aprendí a trabajar desde que tenía 16 años y conocía a la que es mi esposa”, indicó José Rojas Padilla. Los vagoneros aseguraron que no les gustaría ser reubicados.
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