NAUCALPAN.- De la tolerancia oficial para el secuestro de calles en el municipio, y de tantas ellas en el mal oliente San Bartolo, saber del recurso económico que se dispone y circula entre una y numerosas manos, derivados del comercio en “la vía pública”.
Al margen de estar o no de acuerdo en la actividad, los múltiples problemas de todo tipo que generan versus al ciudadano, además del tráfico vehicular, bases de ruteros y otros, medir el costo-beneficio.
Igualmente, conocer del dinero tanto del que ingresa a las arcas municipales, lo que dejan de recibir, como el dinero captado y el cuánto se utiliza para mejorar las calles y sus entornos.
Así también, ya que la propia autoridad de alguna manera propicia, digámosle el desorden urbano, al facilitar los distintos puntos de venta callejera, saber en tanto, si con ese circulante recaudado han realizado alguna obra pública, al menos reencarpetado vialidades.
En ese sentido, y en la reciprocidad de comerciantes en sus diferentes modalidades, conjuntamente con sus líderes, las inversiones destinadas para mejorar su fuente de trabajo-“La Calle”.
Dicho sea, y de aquellos que tienen según “garantizados sus derechos adquiridos, y los han venido defendiendo a muerte”, al menos sanear su área laboral.
El por qué no, quizá donar una tonelada de cemento, varilla o algún material a efecto de rehabilitar las guarniciones y banquetas, del metro cuadrado concesionado.
Por otra parte y que no es menor, el propio locatario de uno de
los más de 40 mercados municipales.
Lo anterior, debido a que esperan que todos les hagan, que sea la instancia de gobierno cual fuere, el que destine recursos federales, estatales y directos, a fin de recuperar el centro de abasto.
En esos sitios, unos que ya están por cumplir los 50, otros entre 40 y 45 años, y en estos momentos son un completo asco-su zona de baños y lavaderos huelen a mierda y nadie da un peso.
Prevalecen mercados que son una eventual bomba de tiempo; cablerío de luz por donde sea, guías de gas o tubos de cobre entre mezclados, “cochambrosos”, con ratas de dos y cuatro patas, que son un total riesgo para comerciantes y compradores.
Aunado, a que han sido superados por la gente, y habrá que modernizarlos teniendo espacios suficientes para estacionamiento, áreas exclusivas de carga y descarga de mercancías.
Crear auténticos centros de abastos a las nuevas condiciones que se viven, pero que asimismo se “mochen”, toda vez que es su fuente de ingresos, y en muchos casos en su segundo hogar.
Por Mario Ruiz Hernández.