NAUCALPAN.- En zonas de Naucalpan, Tlalnepantla y Ecatepec la emergencia sanitaria es lo de menos. Varios de sus habitantes aseguran que no le temen al coronavirus y que seguirán adelante “hasta que Diosito diga”. Pese a los llamados de las autoridades, los comercios siguen abiertos, sobre todos los de comida, que se niegan a sólo venderla para llevar. La otra cara de la moneda es la desesperación en hospitales donde han surgido episodios violentos y los servicios funerarios están a tope.
En la colonia El Molinito, una de las más marginadas del municipio de Naucalpan de Juárez, Estado de México, habitantes y comerciantes le temen más al hambre y a la policía municipal que al coronavirus.
En sus calles casi nadie usa cubrebocas ni gel antibacterial. Aquí la sana distancia es una falacia. Aunque el megáfono de una patrulla municipal alerta que “es un virus que se propaga fácilmente” y llama a quedarse en casa, muchos se aferran a sus puestos ambulantes y a los hules tendidos en el piso con juguetes viejos y chácharas que se rematan…
Así pasan horas bajo el sol y sobre la tierra con la esperanza de vender algo para ese día comprar comida para su familia.
Lo raro en este sitio popular –en los límites con el norte de la Ciudad de México– es ver cerrados los establecimientos de actividades no esenciales.
Es el mediodía del miércoles 13. En la avenida Ferrocarril de Acámbaro la peluquería El Chino tiene una fila de más de 10 personas, una mujer sueña frente al aparador de una zapatería y un despacho de “asuntos fiscales” espera a algún cliente desesperado. A unas cuadras de ahí el Centro de Fe, Esperanza y Amor, y un discreto negocio de table dance que está casi al lado mantienen sus puertas abiertas para quien necesite ayuda espiritual o carnal.
Al jueves 14 este municipio gobernado por Morena registraba 567 casos acumulados confirmados del nuevo coronavirus, de 910 mil habitantes que tiene, según el monitoreo que la UNAM realiza por municipios con base en los datos de la Secretaría de Salud federal, convirtiéndose en la tercera demarcación con más reportes en todo el Estado de México.
Naucalpan está por detrás de Nezahualcóyotl, con 968 casos confirmados acumulados entre su millón 135 mil habitantes, y Ecatepec de Morelos, con 943 reportes entre su millón 707 mil residentes. A escala nacional, también se colocó en el vigésimo sitio de entre los 2 mil 457 ayuntamientos existentes.
Además, Naucalpan es parte de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) que con sus 22 millones de habitantes es el epicentro de la emergencia sanitaria que se inició el 27 de febrero último, cuando oficialmente se informó del primer caso de covid-19 en el país, una persona del Estado de México que se atendió en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.
La demarcación también colinda con las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco y es hogar de miles de personas que a diario viajan a la Ciudad de México a trabajar, pero que ahora, quizá, ya forman parte de los más de 100 mil desempleados que ha causado la crisis sanitaria y económica en la capital del país y que reporta el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Riesgo de brote… y de violencia
En la entrada del mercado de El Molinito una cartulina indica: “Recuerda mantener tu sana distancia”. Una anciana en silla de ruedas y con el pie izquierdo vendado hasta la rodilla suplica: “¿Me regalas una moneda por caridad?”.
En este centro de abastecimiento hay muchos locales sin abrir. A finales de abril los diarios El Universal y El Heraldo de México reportaron que ahí hubo un brote mortal de covid-19 entre comerciantes de frutas y verduras. Agregaron que se habrían contagiado en la Central de Abastos, en Iztapalapa, donde también se reportó un brote de la enfermedad.
Por temor a contagiarse, otros comerciantes bajaron sus cortinas y en ellas pusieron carteles que dicen “Deja a tus niños en casa, no los expongas”, “Usa gel”.
Pero esas advertencias son poco efectivas para una familia que tiene un puesto ambulante de frituras y botanas con chile a pocos metros del mercado. “Aquí no han venido a decirnos nada del virus”, dice Laura mientras amamanta a su bebé. La encargada del puesto continúa: “Sólo han pasado a sanitizar en las calles principales. A mí me conviene que no vengan aquí porque es mucho cloro y daña a mis niños. ¿Cubrebocas, para qué? Aquí seguimos, hay que chingarle hasta que Diosito diga”.
Vía Proceso.