CRÓNICAS URBANAS: Los olvidados de Naucalpan

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NAUCALPAN.- Gobiernos vienen y gobiernos van, sin importar colores ni envolturas partidistas, pero Naucalpan continúa entre los municipios más inseguros del país y el doceavo en el Estado de México, no obstante su nivel de prosperidad, misma que no se refleja en los servicios deportivos.

Lo tienen presente alrededor de 18 colectivos, cuyos integrantes usan instalaciones que mantienen con sus propios recursos, como Barras La Presa, sin que ninguna autoridad mire hacia este lugar, donde algunos encontraron la respuesta para dejar las drogas.

En este espacio se juntan desde albañiles, obreros, vendedores, hasta profesionistas, entre otros, quienes forman una comunidad sin discriminación. Los más curtidos ayudan a los recién llegados.

Para dar con Barras La Presa es necesario peregrinar entre muros de hormigón que sostienen puentes con los que intentan hacer más fluido el tránsito, pero los automovilistas sufren durante la maniobra hasta que logran meterse en otra camisa de cemento armado como única salida. Es cuando se respiran vapores emanados de autobuses y micros, camiones de carga y vehículos sin afinar que avanzan a vuelta de rueda sin la posibilidad de tomar atajos para escapar.

Frente al hospital Lomas Verdes, uno de los más acreditados del IMSS, un hombre elige echarse a la espalda a su paciente y caminar sobre la banqueta, pues la masa vehicular se congela, como siempre sucede en estos sinuosos bulevares que se convierten en estacionamientos.

Más adelante, después una larga espera, torcemos hacia el Parque Nacional de los Remedios y por fin anclamos en Barras La Presa. Los integrantes del colectivo, que salen de trabajar entre cuatro y cinco de la tarde, mueven tubos y acarrean instrumentos cincelados por ellos mismos en este lugar con tres décadas de antigüedad. Por aquí andan Lobo y Blade, dos de los aproximadamente 400 muchachos que practican calistenia.

—¡Vamos, Blake!

—¡Vamos, Lobo!

Son animados por sus compañeros. Blake, sujetado de argollas, balancea su cuerpo; por momentos parece meterse entre las ramas de árboles que bordean este gimnasio; otros, de espigadas figuras, quedan suspendidos sobre las barras y se columpian sin dificultad.

—¡Haciendo la diferencia, carnal!— alienta una voz.

*** Eduardo Toral Mendoza es vendedor “a detalle”.

Desde hace tres años viene a Barras La Presa. Primero trajo a sus dos hijos para que aprendieran a correr, mientras él observaba a quienes hacían calistenia.

—Y ya aquí —explica Toral—, mientras ellos entrenaban atletismo, yo hacía ejercicio.

Aquí nació mi gusto por las barras.

—¿Y qué cambios has notado? —Estaba más llenito, más gordito, y ya bajé algunos kilitos.

Y también los músculos ahí van poco a poco— dice y sonríe.

—¿Qué pedirías? —Que nos eche la mano el gobierno, porque solo Angy nos ha ayudado y nosotros nos cooperamos. Toral Mendoza es apoyado por Jorge Corona, quien empezó hace 10 años.

Él, con músculos más definidos, es entrenador voluntario. Corona dice que aquí llegan desde hojalateros, albañiles, arquitectos, maestros, comerciantes, vendedores, obreros, entre otros, y empleados de salones de estéticas, como el propio Jorge, quien junto con otros compañeros del colectivo ha ganado torneos. Las competencias, algunas realizadas en el Velódromo de Ciudad de México y otras en municipios mexiquenses, son de varias categorías. Ellos representan a Barras La Presa.

—¿Y todo aquí es gratuito? —Sí, el único requisito es que cuiden el equipo, pues nosotros tenemos que estructurar esto y arreglarlo.

—¿Y han pedido ayuda? —Sí, pero no se nos ha brindado.

Tuvimos la oportunidad de mencionárselo a la licenciada Patricia Durán —se refiere a la alcaldesa—; nos dijo que sí nos iba a apoyar, pero hasta ahorita no ha llegado nada.

—Solo hay una funcionaria… —Sí, la amiga Angélica es la que hasta ahorita nos ha estado apoyando con materiales— dice, refiriéndose a la regidora Angélica del Valle Mota.

Jorge viene de la colonia Las Huertas, primera sección, porque dice que este espacio es de los más completos para ejercitarse.

—¿Qué pedirías? —Que la comunidad nos ayude, ya que ningún gobierno lo hace; o que de perdida nos echen la mano con el área de los niños.

*** Hace un tiempo se apersonó la regidora Angélica del Valle Mota, quien lanza un llamado para que gobierno y empresarios miren hacia estos espacios, donde ni siquiera luminarias hay.

La entrevista se realiza en penumbras. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017, en el Estado de México 24.4 por ciento de los jóvenes se ha sentido discriminados.

El 56.5 por ciento de hombres jóvenes y 51.3 por ciento de mujeres jóvenes declaran que la discriminación ha sido por su apariencia. Por otro lado, e 39.8 por ciento de la población justifica llamar a la policía si hay un grupo de jóvenes reunidos en un espacio público. De los anteriores datos se apoya la regidora Del Valle Mota para decir que estos espacios sirven para prevenir el delito.

“Barras La Presa es un colectivo en donde los chavos hacen ejercicio en un gimnasio con tubos que no han recibido ningún tipo de mantenimiento”, remarca.

“Además, son personas que han sufrido discriminación”. La funcionaria informa que cada dos meses hacen una competencia denominada Aférrate, la cual sirve para que midan fuerza y resistencia en este espacio donde algunos de los participantes se han rehabilitado.

—¿Hacen falta más áreas como estas?

—Sí —responde Del Valle— y puedo decir que 15 de los 18 colectivos están olvidados.

Aquí los tubos están oxidados. Nada más vienen y se pintan. Ahorita nos cooperamos y compramos tubos, pero ellos hacen sus propias pesas. Y la gente los discrimina.

Muchos usan tatuajes. Pero a ellos no les bajan ningún tipo de programas. Esta comunidad podría ser un ejemplo de armonía vecinal, pero las autoridades no miran hacia esta zona, donde es necesario encadenar los instrumentos, pues han sido víctimas de la incesante delincuencia.

Entre árboles tuvieron que atar una lona desde la que advierten: “Cuidado, parque vigilado: si te encontramos maltratando o llevándote las pesas…te vamos a poner en tu madre. Atentamente: Barras La Presa”.

Vía HUMBERTO RÍOS NAVARRETE / Milenio.

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